sábado, 29 de mayo de 2010

El Final Del Sino

Habían pasado tantos días, tantas tormentas, tantos vientos, tantas lunas, tantos delfines, desde el día de que su barco el majestuoso Sino casi se hunde, su preciado tesoro, su hogar, su fortuna. El Sino era lo único que él creía que tenía y había invertido en él la mayor parte de su vida, elevando ancla, Izando velas y tomando el timón con seguridad para arribar a su destino.

Recordaba claramante ese día catastrófico en el que pensaba que se hundiría con su barco, sin embargo el Sino fué más fuerte y no se dejó llevar por los fuertes vientos, por los amenazadores rayos y menos por la desafiante Lluvia. La recordaba a ella y a su aroma, a sus pies descalzos a babor, a sus delicadas manos a estribor, a su delicada sonrisa de vainilla rondando de popa a proa.

Recordó todos los viajes a donde ella lo acompañó, cuando sus enfermedades cuidó, cuando en las noches como su fiel secretaria tomó nota atenta de la bitácora que el le dictó. Recordó lo feliz que fué a su lado y los sueños que le confesó, sin contarle el más importante en ese entonces, ella, su sueño inconfesable, su cómplice y compañera de viaje, con la que se imaginó terminar sus días en tierra firme disfrutando de todos los tesoros que juntos descubrieron en todas sus aventuras.

Sin embargo había pasado tanto tiempo que su cara al recordarla era una silueta vaga, hace tanto tiempo no la había vuelto a ver y sabía que tal vez no pasaría de nuevo, pero estaba feliz de recordar esos días de tanta alegría compartida. La imaginaba a ella recorriendo el mundo, de París a Gibraltar, De Turquía a Amsterdam, De China a La Patagonia, la imaginaba a mil, por aeropuertos con sus lentes de Doctora, con sus libros de bolsillo, con sus chocolates miniatura, por estaciones de tren, por subte, de Safari, navegando en cualquier lancha para llegar a algún Archipiélago, caminando descalza en la húmeda selva amazónica y bailando como nunca en el carnaval de Rio de Janeiro.Sabía que estaba tan feliz y percibia en el viento su buena aura.

Hechó un último recorrido dando un vistazo a toda su embarcación y bajo al muelle a entregarle al Sino a su nuevo dueño, un citadino aventurero con el espíritu de un pirata que ansía recorrer los siete mares. Lo recibió con un abrazo y una sonrisa. El capitán avanzó hacia al pueblo sin voltear la mirada, sacó de su saco su reloj de cadena y escribió una bitácora mental Feliz Viaje Sino Gracias por tu dulce compañía.

Se perdió en medio de la niebla desvaneciendose entre la gente, al capitán del Sino no lo volvieron a ver.

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